Levantarse, desayunar, ir a trabajar, el tráfico convulsionando calles pobladas de gente, apresurando el paso, caminando sin ver, sin mirar, una bocina, una frenada, una discusión fuerte en una esquina. Todas escenas de un día normal.
Es difícil cuando uno se asoma a la vereda percibir las pequeñas acciones que buscan romper el automatismo cotidiano. No sé, quizás alguien se encuentre plata y eso le cambie el día, o alguien se levante muy temprano para limpiar, y pintar una pared en una plaza, o alguien pese al vértigo intente caminar en unos zancos colgado de un árbol. A lo mejor alguien está escribiendo un cuento en algún bar de San Justo, o Fotografiando el mar de gente que camina por Arieta a las cinco de la tarde.
Muchos artistas como nosotros, trabajan en San Justo transformando los espacios que los rodean, para construir una realidad un poco mejor.
Hace cuatro años tuvimos un sueño: hacer un festival de teatro, dónde exponer y compartir con la gente lo que hacemos y amamos. Nunca imaginamos que ese festival podía crecer, ni que tanta gente iba a apoyarlo. L o cierto es que hoy nos damos cita en el Cuarto Festival del Copete, sin imaginarnos cómo serán los próximos, pero convencidos y orgullosos por que ya no es un Festival nuestro, sino de todos aquellos artistas que participan, de la gente que ve los espectáculos, de los comercios que apoyan esta actividad y de los medios que la cubren. De apoco esta fiesta ha ido emergiendo y y tomando las calles.
El arte emerge por que decide hacerse ver, no aisladamente sino en conjunto, como un oasis donde descansar para seguir la batalla.